La relación entre la Argentina y el Fondo Monetario Internacional es hoy un conjunto de disimulos, cuando no de mentiras de las dos partes. Se trata literalmente de un partido de truco que están jugando a cara de perro Sergio Massa y las autoridades del organismo, todo bajo el paraguas de la geopolítica y al influjo de las elecciones, de las varias grietas que surcan el espectro ideológico y de la gravísima situación social que aqueja a los argentinos de hoy y de mañana.
Lo cierto es que ni el ministro de Economía ni el FMI tienen por estas horas la posibilidad de armar solos una estrategia efectiva para ayudar a resolver el nudo en el que está la Argentina, ya que hay otros muchos factores que los condicionan. Por eso, las dos partes navegan entre dilaciones, ambigüedades y retruques y más allá de las condiciones que cada uno exponga sobre la mesa, de uno y de otro lado hay terceros que inciden en la pulseada, al tiempo que le quitan transparencia y le ponen nervios a la situación.
Massa es un caso de estudio. Político sinuoso como es, siempre se muestra capaz de armar relatos para caer bien parado y le pone condimentos de incertidumbre a cualquier situación. Es un campeón del juego a dos puntas y capaz de hacer guiños a propios y a extraños. Eso mismo se ha demostrado en el viaje que hizo a China para conformar al kirchnerismo duro de Cristina y al Instituto Patria, adonde llevó a Máximo Kirchner para que haga el trabajo sucio de apriete al FMI, aunque del otro lado él mismo corriera el riesgo de enojar a sus amigos de la Casa Blanca.
Un día después que el hijo de la vicepresidenta dijera en una Universidad china que destacaba “el carácter colaborativo de la relación, ya que las ayudas se realizan sin ejercer ningún tipo de presión”, mientras Massa se mantuvo prudentemente callado al respecto, una vieja relación suya hoy asesor del presidente Joe Biden para América latina, el secretario Juan González, decía en Washington que el Fondo –apretador por definición- tenía que saber “responder a retos” como el que ahora le presentaba la Argentina. ¿Juego concertado?
En retribución probablemente, hace un par de días nomás, Massa desactivó la idea de la provincia de Tierra del Fuego de construir un puerto sobre el canal de Beagle para una instalación china, en apariencia empresaria, La especulación es que al gobernador lo embalaron desde el Patria para que busque la ratificación legislativa. Sin embargo, pese a tantas volteretas políticas, técnicamente hablando la performance de la Argentina no conforma al staff del Fondo, ya que sus técnicos conocen las debilidades de la economía y por más que el socio principal del organismo los apure, no están dispuestos a recomendar nada todavía. Cuidan su trabajo y lo dejan en el freezer a Massa, especulando con su ansiedad. Quizás lo hagan después de que se conformen las alianzas.
Ahora, el ministro coquetea con la posibilidad de ser candidato a Presidente, sí y sólo sí no hay PASO en el Frente de Todos, donde Daniel Scioli saca pecho apadrinado por Alberto Fernández. Por eso, Massa se alineó con Cristina contra el Presidente jugando con la eventualidad de un nuevo frente, aplaudió la movida de los gobernadores de pedir lista única y podría haber mandado a Cecilia Moreau a decir que está cansado y que se quiere abrir. Hace unos meses, le había dicho que no a una candidatura, ya que no podía ser ministro y candidato a la vez y ahora echa la falta y dice que si no hay un solo candidato (¿él?) vuela todo por el aire. Gran jugador el ministro.
Mientras tanto, sin tocar los temas que naturalmente devalúan su performance (inflación en alza, reservas para abajo, emisión, déficit fiscal, pendiente productiva, etc.) sus colaboradores o le venden pescado podrido a la prensa que suele comprar y publicar sin chequear (como el supuesto adelanto de los U$S 10,6 mil millones del Fondo que aún está en discusión) o alaban los logros de la gestión como si no fueran cosas que cualquier ministro hace porque tiene los resortes para hacerlo a la hora de conseguir votos (bonos para jubilados, aumento del piso de Ganancias, subas en los topes del Monotributo, etc.). Las jugarretas para conseguir titulares siempre han sido las preferidas de Massa.
En la pulseada que se observa entre estos dos pesos pesado de los subterfugios se dirime mucho más que un desembolso, ya que en el trasfondo de tan conflictiva relación está en juego esencialmente el tiempo de recuperación, no sólo de la economía sino de la devaluada esperanza de la sociedad. En este aspecto, hay que distinguir las cuestiones nítidamente económicas que se podrían imponer desde Washington como receta para mitigar la caída, del necesario auge que debería tener la economía como llave para darle esperanza a muchísima gente, más allá de la grieta ideológica o de los desvíos que, como la corrupción o la mala praxis, mandan al sumidero el dinero de todos.
Todas las malas políticas que han postrado al sector privado y las que han terminado con la movilidad social ascendente son las que han trabado el desarrollo y las que habrá que recuperar en el menor tiempo posible. Más allá de los recurrentes déficits o del intercambio comercial nada favorable para la Argentina o de la locura de la emisión que agujerea esencialmente el bolsillo y paraliza el deseo de progresar, en estos años se ha tirado a la basura la cultura del trabajo, la pasión de los chicos por la escuela y la de sus padres por mandarlos, se le ha metido miedo a la sociedad, se ha naturalizado la corrupción y con todo ello se ha frenado el ahorro y la palanca de la inversión.
Hoy, el tema electoral ha teñido mucho más el panorama y en esa confusión están enredados los dos protagonistas top para chucearse y redoblar a cada rato la apuesta. La cuestión pasa por conocer los cómo y por saber procesar que salir del pozo implica pensar el futuro a partir de planes coherentes y de una ristra de sacrificios y no de puro marketing como el que hoy domina el juego que la gente mira de afuera.